NI PROFESIONALES, NI CIENTÍFICOS...ACOMPAÑANTES TERAPÉUTICOS

Elementos de AT 

NI PROFESIONALES, NI CIENTÍFICOS...

ACOMPAÑANTES TERAPÉUTICOS

Por Daniel Katz - Acompañante Terapéutico

 

Carlos se dedica a construir. Recibe una paga por realizar tareas específicas que aprendió en la universidad. Tiene un riguroso conocimiento sobre la resistencia de los materiales. El sabe que el momento de la resultante de un sistema de fuerzas con respecto a un punto, es igual a la suma de los momentos de todas las fuerzas del sistema respecto a ese punto, cuya fórmula, lo conduce siempre al  resultado exacto. También sabe que al proceder a calcular las reacciones de vínculo, al empotrar dos elementos, lo primero que debe realizar es el diagrama de cuerpo libre, o sea, aislar el elemento, y luego a partir de éste, plantear las ecuaciones de equilibrio... que siempre lo conducen al resultado exacto.


Carlos está sometido a estrictos códigos y obligaciones morales con respecto a la sociedad. Que una estructura se derrumbe produciendo una catástrofe, depende de la exactitud de sus cálculos. Apoyado en las nuevas tecnologías, se preocupa por la eficiencia a corto plazo. Carlos es un profesional. Carlos es tan profesional como un profesional de la salud, un médico clínico o un psiquiatra, que saben, por ejemplo, que los medicamentos que suministran a sus pacientes y que fabrican los laboratorios, son dosificables, tienen un nombre genérico, que por lo general es su fórmula y contenido, cuya composición cuantitativa es verificable farmacéuticamente, y su acción terapéutica, siempre comprobable. Todo profesional necesita de una materia, un objeto, un humano (en calidad de objeto), para aplicar su saber y sus fórmulas, y así, obtener los resultados esperados, calculables. Siempre la contabilidad como telón de fondo. Desde el ingeniero en energía hasta el gasista matriculado. Como Carlos.

 

Pero, ¿qué diferencia hay entre un profesional y un científico? La diferencia radica en que el profesional aplica la fórmula que el científico desarrolló. El constructor profesional aplica las fórmulas y cálculos (de equilibrio, de tensión y esfuerzo, de desplazamientos máximos, ecuaciones constitutivas de las resistencias, etc,) que le vienen ya desarrolladas desde el campo de la ciencia física. El profesional las estudia y las pone en práctica. El científico, en cambio, las desarrolla y las formula, esto es, las escribe para transmitirla a sus pares de la ciencia, para luego ser aplicadas en el ámbito profesional. Las fórmulas tienen esa doble característica: transmisibilidad y aplicación.

 

Así, a la ciencia la podemos ubicar del lado de la fórmula y al profesional, del lado de la aplicación de dicha fórmula.

 

Bien. Escucho y leo por ahí, insistentemente, que "los acompañantes terapéuticos somos profesionales!!!". Y además, leo y escucho una pregunta que ronda hace un tiempo (no mucho) "¿es el AT una ciencia?".

 

Como acompañantes, ¿de qué lado estamos... de la fórmula o de su aplicación? ¿Que nos diferencia a los acompañantes, de un profesional o de un científico?.

 

Mi opinión (totalmente discutible), es que no pertenecemos a ninguno de los dos campos. Decididamente, no somos ni vamos a ser profesionales y mucho menos, científicos, Salvo, que acabemos con el AT tal cual lo conocemos. Porque si estamos en algún lado, ese lado es la verdad de nuestros acompañados... o sea, su singularidad. Singularidad con la que nos llenamos la boca todo el tiempo. La singularidad se nos cae por la comisura de los labios mientras la masticamos, sin saber qué estamos comiendo.

 

NO SOMOS CIENTÍFICOS


O lo que es lo mismo, el Acompañamiento Terapéutico no es una ciencia. O acaso ¿estamos del lado de la fórmula?. No podríamos estarlo, … primero, porque no la tenemos, y segundo, si la tuviéramos, tenemos que saber que hay algo que la fórmula no incluye y omite: la singularidad del que la escribe. La verdad del científico que elabora su fórmula, no está incluida en la fórmula. El hombre de ciencia, su verdad particular, es un punto ciego en el dispositivo, no aparece. Aunque la fórmula o la ecuación lleven su nombre. Eso tiene consecuencias. Una vez echada la fórmula a rodar, es imparable. Atrás de la fórmula, no hay una singularidad que le ponga un límite. Al hombre de ciencia no le importa la verdad, no es su asunto.

 

En cambio, el acompañante terapéutico, está incluido en el dispositivo. Lo sepa o no, ocupa una posición en relación a su acompañado/da. Está localizado en el caso. Para eso están la coordinación y la supervisión... no solo para evaluar la marcha del caso, si no, para develar cual es la posición que ocupamos frente a nuestro acompañado/da, sin saberlo. ¿Hemos accedido a alguna demanda que no debíamos?, ¿hemos puesto en juego algún sentimiento de amor, odio, compasión, angustia sin darnos cuenta?, ¿qué lugar ocupo para mi acompañado/da, que está haciendo marchar o fracasar el caso? ¿puse mis ideales en juego y eso entorpece el acompañamiento?. Entre tantas otras cosas.

 

NO SOMOS PROFESIONALES


No lo somos, porque no trabajamos con un material o un objeto. Trabajamos en el campo de la singularidad. La singularidad no tiene materia ni sustancia. Ahí hacemos lo que hacemos.

No somos profesionales, porque no tenemos fórmulas ni saber para aplicar. Ni materia, ni fórmula, ni axioma. 

 

El científico tiene por segura y estable, su fórmula. El profesional tiene por segura y estable la fórmula (del científico) que aplica a su asunto. Nosotros, acompañantes, ¿que tenemos por seguro y estable?, ¿el encuadre?. Sabemos por experiencia que el encuadre tiene su flexibilidad. Y sabemos que dentro del marco del encuadre, hacemos nuestras ensaladas teóricas "a piacere", de disciplinas dispares. Conductismo, cognitivo, psicología social, sociologías varias, psicoanálisis, políticas públicas, perspectivas de género, perspectivas de derecho, trabajo social, autores varios, ideales varios, etc, etc, etc.  Es una torre de Babel, cada uno con su idioma. ¿Por qué se habla de ética del AT, o de coordenadas en el AT? Respuesta: porque sería algo sólido y estable de qué agarrarnos. La tabla en medio del mar.

 

Estamos más, del lado de lo artesanal, del artesano (esto ya está dicho por varios autores). Incluso, muchas de nuestras intervenciones producen un efecto que nos sorprende, ignorando nosotros mismos, supervisión de por medio, el mecanismo o la lógica que actuó en ese momento. Ahí corremos el riesgo de estar del lado de la magia. No sabemos el truco. Ese es nuestro peligro latente... caer en la magia, por no saber transmitir qué hacemos cuando intervenimos... ¿qué cosas se pusieron en marcha ahí, para que el resultado haya sido esto o lo otro?

 

Una consecuencia de todo esto, es que el AT no es transmisible... en fórmulas. Cosa que nos obliga a pensar y repensar cada nuevo acompañamiento. Solo podemos transmitirnos entre nosotros, un saber, que es residual, que vamos extrayendo de cada práctica, pero que caduca con cada nuevo acompañado. Cuanto más saber acumulamos, menos queda de la singularidad de nuestros acompañados. El saber acumulado, es la pared que levantamos frente a la verdad de cada caso nuevo. Nuestro The Wall. Así, eso que llamamos singularidad, es el límite al saber acumulado. Ahí es donde trabajamos.


El día que la singularidad deje de ser nuestro límite al saber, pues entonces seremos profesionales. Y hasta quizás, científicos.

Esto que escribí y que comparto con ustedes, si es que tiene coherencia, también caducó cuando terminé de escribirlo.


Daniel Katz - Acompañante Terapéutico

https://www.facebook.com/haciaotro.pensardanielkatzat...

Daniel Katz
-Trabajó en APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires)
-Estudió formación psicoanalítica en el Hospital Florentino Ameghino
-Estudió Acompañamiento Terapéutico en Acto Terapéutico
-Estudió Acompañamiento Terapéutico en UBA (Facultad de psicología)

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