LA DISCRECIÓN DEL ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO
LA DISCRECIÓN DEL ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO
Por Daniel Katz
Acompañante terapéutico
Su vestir no era de gala, sino de decencia; más cumplido cuanto más ajustado, que lo aliñó el decoro. Tiene por color propio suyo el de la esperanza... - 'El Discreto' - Baltasar Gracián (1646)
Estamos con Carlos (32) charlando en el balcón de su departamento. Ya van cuatro meses de acompañamiento. Me está contando que conoció una mujer por una aplicación on line. Se lo nota, en parte entusiasmado y por otra parte nervioso. Relata cómo empezaron la conversación por chat y me describe la angustia que le provoca un posible encuentro. En ese mismo momento me pregunta si me estoy dando cuenta de lo que está pasando. Le pregunto a que se refiere. Me señala varios carteles led de vía pública donde estaban pasando publicidades. Son muy grandes y luminosos. Le pido que sea más explícito, pues no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Me responde que en tres de esos carteles, se han repetido algunos spot y que eso le preocupa. Piensa que eso tiene que ver con él, alguien le está enviando un mensaje en código y que ya lo detectó en otras noches, cuando sale a tomar aire al balcón. Le pregunto si tiene idea sobre lo qué dice ese mensaje o por qué piensa que se lo estarían destinando a él. Me responde que no, que no se le ocurre qué le quieren decir ni por qué, pero sabe que le quieren decir algo.
Por mi parte, tomo nota en mi informe para el equipo terapéutico. Estas ideas persecutorias, mensajes que se le aparecen destinados a él, es la segunda vez que sucede durante estos cuatro meses y coinciden con los momentos en que Carlos conoce a alguien nuevo en su vida.
Carlos, con diagnóstico de psicosis, tiene esa relación particular con el saber. El sabe algo. Sabe que se le envían mensajes cuyo contenido e intención ignora. Podríamos escribirlo rápidamente así: Saber(?). Su saber + una incógnita. Es un saber que porta una ignorancia. El tiene una firme convicción: sabe que algo (un mensaje) le está destinado, pero no sabe qué dice ese mensaje ni quién está detrás de él.
Esta posición con respecto al saber de Carlos, es adecuada, conexa, con nuestra posición de acompañantes, en la práctica del AT. ¿Por qué?. Porque también recibimos de parte de nuestros acompañados comentarios, mensajes, relatos, de los que muchas veces nos sentimos destinatarios, muchas veces se nos presentan opacos, no entendemos que nos quieren decir ni por qué nos cuentan o hacen tal cosa.
Nuestra posición de acompañantes terapéuticos nos inviste y nos coloca en el lugar de "parecer" que sabemos de qué se trata el asunto, que hemos estudiado para ello, cuando en realidad, la más de las veces, no tenemos la menor idea, e incluso, estamos esperando aprender algo de nuestro acompañado. Estamos a la espera. Ese "parecer que sabemos" no es algo que inventamos nosotros, acompañantes, no es algo que enarbolamos, si no que "se da", es algo regular, se produce normalmente, como la proyección de una sombra. Se supone que sabemos y por eso parece que sabemos. Pero, nuestro saber es decoroso y muchas veces, deficitario. Si realmente, pensamos que sabemos, si creemos que sabemos, estamos perdidos como acompañantes.
Pues bien, ese halo, ese resplandor de saber, que es exterior al acompañante, pero que de alguna manera lo escolta, lo viste, lo "uniforma", es una herramienta operativa que nos sirve para, a veces, estar en esa posición y muchas otras, corrernos rápidamente de ahí. No solo frente a nuestro acompañada/o, si no, frente a sus familiares o allegados, que nos vienen a hablar o a comentar cuestiones referentes al caso. Hay circunstancias, en nuestra táctica, en el terreno mismo de la práctica, en las que es preferible que parezca que entendemos y hay otras en las que conviene hacerse el tonto y decir "no entiendo ¿me podrías explicar de nuevo?". Esto siempre depende de la estrategia del caso y en función a lo acordado con el equipo terapéutico. Se trata de utilizar el "parecer saber" para nuestros fines terapéuticos. Que siempre finalmente coinciden con el deseo de un movimiento, un cambio, una producción subjetiva en nuestros acompañados.
Este no saber que caracteriza la posición del acompañante en su práctica, contrasta notablemente con respecto a sus estudios y formación. Es muy placentero ir a la técnicatura, al curso, al cursito, al zoom, al congreso de tal o cual cosa, a aprender conceptos, la teoría, que nos hablen del encuadre, de la supervisión, de nuestras incumbencias, del rol, etc, etc. Es muy grato recibir un título, un certificado, que acredite el esfuerzo y lo que hemos aprendido. Es muy bueno seguir formándose. Está muy bien ser profesor, preparar el tema del día, transmitir y demostrar todo lo que uno sabe, ser felicitado por sus alumnos... Pero sepamos que las nociones y conceptos con que se nos enseñan y nos machacan, son intentos de atrapar el saber en un puño. Tener el dominio del saber en una hoja, en un concepto, en una serie de apuntes, en un libro, en un diploma o certificado.
La posición que ocupa el acompañante en su práctica cotidiana, lo enfrenta a un saber que no se deja atrapar... cosa que no es muy grata, y nos obliga al decoro, a no vestirnos con las galas del saber y soportar la espera. Nuestro saber es discreto.
-Trabajó en APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires) -Estudió formación psicoanalítica en el Hospital Florentino Ameghino
Estudió Acompañamiento Terapéutico en Acto Terapéutico -Estudió Acompañamiento Terapéutico en UBA (Facultad de psicología)
Comentarios
Publicar un comentario